Hola José,
gracias por mencionar mi post! Ahora te responderé de una vez. Como la respuesta me salió un poco larga, y para poder añadir algunas referencias, lo hago en mi blog. Tu post toca muchos temas, voy a comentar sobre algunos de ellos.
Me parece que el tema de fondo de tu post es el aspecto normativo de la memoria, osea la pregunta si se puede recordar "bien" (o, de lo contrario, "mal"). Mi respuesta pasa por la historicidad de lo normativo: obviamente no hay una sola, sino literalmente un sinfin de formas de recordar eventos históricos, que cambian segun su lugar, su momento y otras variables y también son controvertidas en su momento. Por lo tanto, la respuesta a tu pregunta: "¿existirá consenso en algún momento acerca de cómo debería procesarse la memoria y los recuerdos respectos a hechos de violencia como los que han pasado en el siglo XX?" es un claro NO. Sin embargo, no por ello son arbitrarias, ni carecen de relevancia "real".
Creo que aquí el concepto del "lugar de memoria" (lieu de mémoire), por Pierre Nora, es útil: Nora se refiere a la idea de que una memoria colectiva de un grupo social se cristaliza en ciertos "lugares" (que no necesariamente tienen que ser lugares geográficos, sino también pueden ser personajes mitológicos, eventos, obras de arte etc.). Estos "lugares" tienen mucha carga simbólica para su grupo de referencia y cobran una función importante en la construcción de identidades colectivas. Ejemplos de "lieux de mémoire" peruanos serían el pisco, la independencia, Tarata (sobre todo para los miraflorinos), la guerra con Chile, Túpac Amaru, Machu Picchu, la bandera, el ceviche... En Alemania, sin ninguna duda, el holocausto y especialmento Auschwitz son dos de los "lieux de mémoire" más relevantes para la identidad colectiva, y también las que llevan más carga emocional. Lo mismo no pasa con otros lugares igualmente espantosos (como por ejemplo eventos relacionados con el colonialismo alemán, que no forman parte de la memoria colectiva ni son fuentes de identidad para muchos alemanes). En este sentido, la "sacralidad" de espacios como Auschwitz reside menos en el mismo espacio que en lo que representan para una comunidad de personas, que coincide en que se trata de un espacio especial que requiere ciertas pautas de comportamiento. Obviamente estos contenidos de sentido no son los mismos para todo el mundo, pero tampoco son "individuales" - son de una colectividad situada. El rechazo que me produce el video, por lo tanto, seguramente tiene que ver con la socialización que recibí y donde este lugar de memoria específico era un elemento constituyente de identidad.
También preguntas si los lugares de memoria deben estar separados de los espacios cotidianos o no. En el caso de los lugares de memoria "genuinos" (osea lugares donde pasaron los mismos eventos que pretenden conmemorar) creo que la misma cotidianidad del lugar debería ser la clave. Voy a dar algunos ejemplos del caso alemán para ilustrar mi argumento.
En mi ciudad natal hay un parque, que se llama "Plaza de los deportados judíos", y que es el lugar en donde se reunían a los judíos antes de ser deportados. Hay una placa que dice "En el año 1933, 24.000 judíos vivían en Hamburgo. Aquí empezó el camino de miles de ciudadanos judíos de Hamburgo, que terminaba en los campos de exterminio del régimen nazi". La plaza - un lugar de memoria "genuino" - queda muy cerca de la universidad y de una estación de trenes importante, literalmente en el corazón de la ciudad. Es un lugar de memoria muy cotidiano que refleja la cotidianidad y la alta visibilidad de las deportaciones que muchas veces se ha tratado de negar y que no está muy presente en la memoria colectiva de los alemanes. Prevalece una narración que niega que la población general tenía conocimiento de lo que estaba pasando. La centralidad de la plaza, en mi punto de vista, demuestra lo absurdo de esta versión y llama a la reflexión: si no sabían nada era porque no querían saber. Yo hubiera hecho lo mismo? Por qué (no)?
Otro ejemplo de memoriales "cotidianos" que cuestionan esta versión del "si te vi, no me acuerdo" son las llamadas "Stolpersteine". Literalmente quiere decir "piedras que hacen tropezar", pero la palabra se suele usar en un sentido figurativo para cosas que invitan a repensar lugares comunes y verdades hechas, o como le explicó un escolar a un periodista cuando ése le preguntaba por si las piedras no eran peligrosas: "No, no, uno no tropeza y se cae, se tropezan la mente y el corazón". Dichas "piedras" son pequeños cubos de latón que se insertan en la vereda frente al último domicilio voluntario de una persona deportada y asesinada en un campo de concentración. Cada piedra lleva el nombre y las fechas de nacimiento, deportación y (si conocida) muerte de la persona que recuerda.
Te imaginas a 13 vecinos desapareciendo de tu quinta? Pasaría desapercibido?
La cotidianidad de estos dos ejemplos de memoriales me parece importante, precisamente porque conmemoran eventos cotidianos que muchas veces no se recuerdan de esta manera.
Los campos de exterminio, en cambio, no tienen esta cotidianidad, ni se prestan a ella. Son lugares que se visitan conscientemente y que (creo) también requieren de un acompañamiento profesional. Su objetivo no es "interrumpir" el olvido cotidiano, sino que implican un esfuerzo moral y emocional más allá de lo que uno puede realizar a diario. Son lugares no sólo extraordinariamente espantosos, sino también extraordinarios en el sentido de que no ofrecen ningún punto de referencia para relacionarse con ellos a través de la propia experiencia. ¿Deben estos lugares de memoria estar separados de los espacios cotidianos? Yo creo que sí. No se gana nada "habitándolos", pero sí pueden dejar un impacto duradero y provocar la reflexión.
Saludos de Franka
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